La
sistemática descalificación del Estado de Israel se ha convertido en una moneda
corriente tan grave como la descalificación de los judíos que hizo el Tercer
Reich para cometer el Holocausto. Así como algunos fanáticos piden ahora un
Medio Oriente Israelrein ('limpio de Israel'), los nazis querían un mundo
Judenrein ('limpio de judíos'). La misma mecánica. En ambos casos se procura
señalarlos como indeseables, criminales, y hasta como bacterias infecciosas.
Dicen que es necesario exterminar ese "cáncer" (Israel, ahora; todos
los judíos, antes) como medida de higiene, para que haya paz, para conseguir
justicia, para bien de la humanidad. La mayor parte del mundo cree en esas
diatribas o duda, o se mantiene indiferente, o es cómplice. Antes de 1939,
Hitler promulgó suficiente cantidad de "leyes raciales" que invitaban
al más remiso para hacer desaparecer judíos. No hubo una eficaz repulsa a
semejante atrocidad. Y la atrocidad pudo llevarse a cabo sin dificultades.
Ahora, cualquier ojo informado puede advertir la doble vara con la que se mide
a Israel, exagerando siempre sus errores y, al mismo tiempo, dejando al margen
sus virtudes. Martilla el concepto de que Israel es culpable, porque bogue o
porque no bogue, convertido en victimario despreciable e irredimible, eterno.
Por consiguiente, debe ser borrado del mapa, como proclama un jefe de Estado
sin que las Naciones Unidas le exijan retractarse siquiera.
Se
cumplieron 62 años de la independencia israelí.
Voy a ser
políticamente incorrecto -ya me acostumbré al rol- y señalaré los méritos de
Israel. Sólo los méritos. Sus defectos ya inundan la prensa y los corrillos.
Es uno de
los países más pequeños, con la milésima parte de la población mundial. Fue
desértico en la mayor parte de su extensión. No tiene recursos naturales. Está
rodeado por un vasto cerco de acoso permanente. Debe mantener activo un
ejército popular integrado por sus ciudadanos para defenderse de día y de
noche, todos los días y todas las noches. Padece conflictos interiores debidos
a su gran pluralidad. No obstante, mantiene la admirable calidad de su sistema
democrático y se ha convertido en una potencia científica, cultural y
económica. Da envidia. Y, en gran parte, esta envidia genera odio.
Veamos
algunos hechos.
Su población
alcanza a los siete millones y medio de personas, de las cuales un 20 por
ciento son árabes que llegan a intendentes, diputados, académicos y ministros.
Un vicecanciller israelí fue árabe musulmán y visitó la Argentina en tal
carácter.
Pese a la
amenaza de sus vecinos y la tensión generada por los mártires místicos asesinos
(acertada definición de Carlos Escudé), la esperanza de vida actual trepa a los
81 años, muy por arriba de la media mundial, que se queda en los 67 años.
Supera a Inglaterra, Estados Unidos y Alemania. Más del 60 por ciento de los
ciudadanos se sienten satisfechos o muy satisfechos por la calidad de vida,
pese a las obvias dificultades que genera la tenaz amenaza de algunos países y
organizaciones terroristas.
El
desarrollo científico y tecnológico alcanzado coloca a Israel entre los países
más progresistas del orbe. No mezquina en invertir en este rubro. Tiene la
mayor proporción de ingenieros per cápita del mundo entero. Su creación de
patentes es asombrosa. Basta hacer algunas comparaciones: de 1980 a 2000, se
registraron 77 patentes egipcias y 171 saudíes en los Estados Unidos, frente a
7652 israelíes. En esa catarata de patentes sobresalen las que mejoran los
equipos médicos. Sus hospitales brillan por la excelencia y en ellos son
pacientes, médicos y jefes de equipo tanto los judíos como los árabes, sin
discriminación alguna.
Israel ha
sido reconocido como uno de los ocho únicos países con capacidad de enviar un
satélite al espacio. Produce más papers científicos per cápita que cualquier
otra nación del globo. Está a la cabeza de las compañías valuadas en el Nasdaq,
con la excepción de Estados Unidos; más que toda Europa, India, China y Japón
combinados. En proporción con su población, Israel desarrolló el número más
grande de compañías de emprendimientos (start-up) tecnológicos del mundo.
Pocos
prestan atención al hecho de que es un país más seguro que Suiza, por ejemplo.
En sus calles, el promedio de asesinatos anuales es de 1,8 por cada 100.000
personas. En tierras helvéticas, la cifra llega a los 2,3: en Rusia supera los
16, y en Sudáfrica se acerca a los 40. La mayor parte de los heridos y muertos
son consecuencia de los ataques con misiles que lanzan las organizaciones
terroristas desde los territorios que Israel ha evacuado.
El
viceprimer ministro, Dan Medidor, acaba de formular una síntesis. Dijo:
"Debemos estar muy satisfechos en este 62º aniversario de la
independencia. En el desierto, en una tierra sin recursos naturales,
construimos un Estado con gran fortaleza, vitalidad y excepcionales logros en
ciencia, cultura, medicina, agricultura, economía y altas tecnologías.
Afrontamos amenazas graves en una zona que siempre fue hostil. Nuestro gobierno
debe reflexionar con sentido común y actuar. Y no siempre a nivel
militar".
El Estado
ofrece, por ley, prestaciones de asistencia social, subsidios, servicios
médicos, pensiones, educación, infraestructuras y demás beneficios sociales a
los 250.000 palestinos que viven en la zona oriental de Jerusalén, los mismos
de los que disfrutan los demás ciudadanos árabes del país.
Es la única
nación en la historia de la humanidad que logró hacer revivir una lengua que no
se hablaba. El hebreo bíblico, la lengua que se utilizó durante los dos
primeros Estados judíos que existieron en ese territorio, se ha convertido en
un instrumento que permite expresarse a poetas, novelistas, científicos,
periodistas y políticos, con una riqueza que conjuga las maravillas del pasado
con los desafíos del presente.
Desde su
independencia, ha obtenido más premios Nobel per cápita que cualquier otro país
del planeta.
Un fenómeno
impresionante es la obsesión israelí por forestar su suelo. Desde antes de la
independencia, funcionaba un fondo destinado a plantar árboles. Por esa razón,
cuando en 1947 las Naciones Unidas propusieron la partición de Palestina -por
entonces dominada por los británicos- en un Estado árabe y otro judío, a este
último le asignaron casi todas las zonas áridas. Israel planta árboles con una
obsesión febril.
Conmueve
observar las alfombras verdes que se dilatan en colinas y planicies que habían
carcomido la erosión y el abandono. En muchas partes, ahora existen frondosos
bosques y hasta ha comenzado a modificarse el clima. Desde hace décadas, es
tradición que los homenajes se traduzcan en plantación de árboles, no en
monumentos. Allí, para mantener la memoria, por cada muerto se planta un árbol
o un bosque.
Israel creó
el único sistema colectivista democrático de la historia, por el cual se puede
entrar y salir sin restricción alguna. Me refiero al kibutz.
Se fundaron
y prosperaron cientos de aldeas conforme a ese tipo de vida. La mayor parte de
los padres fundadores del Estado nacieron, vivieron o se formaron en algún
kibutz. Casi el 93% de los hogares en Israel utilizan la energía solar para calentar
el agua. Es el porcentaje más alto del mundo, y se trabaja con entusiasmo en la
creación de otras energías alternativas. La falta absoluta de petróleo y otros
recursos naturales exige fortificar la imaginación. Golda Meir solía criticar a
Moisés: "Habiendo tanto petróleo en la zona, ¿tuvo que encajarnos en el
único rincón donde no existe una gota?".
Desde hace
décadas, Israel atrae una enorme cantidad de inversiones extranjeras. Son las
más grandes del mundo, si se las mide per cápita: 30 veces más que Europa.
Desde antes
de la independencia, puso el acento en la cultura y el conocimiento. En
Jerusalén fundó una prestigiosa universidad, con el compromiso personal y
apasionado de Albert Einstein. En Rejovot erigió el primer centro de
investigaciones científicas de Medio Oriente y en la ciudad de Haifa, el
imponente Tecnión. Ahora funcionan seis universidades de reconocidos méritos y
se han formado cuatro Silicon Valleys.
Así como
hubo ceguera ante el absurdo que publicitaba el nazismo sobre el carácter de
"raza inferior" o "raza infecta" que constituían los
judíos, hay ceguera respecto de las virtudes impresionantes de Israel. Como
referencia final de este artículo, que podría alargarse con más datos,
mencionaré los formidables movimientos por la paz que desarrollaron sus
habitantes y dirigentes, muy superiores a los que se formaron (¿se formaron?)
en todo el resto de Medio Oriente. Quedaría para otra ocasión analizar por qué
se quedaron sin fuerzas.
A ese
"maldito Israel" pretenden borrar del mapa. Prometen que, sin su
existencia, todo funcionaría mejor, así como los nazis prometieron que el mundo
funcionaría mejor sin judíos. Es tan evidente el grotesco, que ni cabe perder
el tiempo en una refutación.
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