martes, 22 de septiembre de 2009

GRITO DE PAZ, ECO DE GUERRA

Pocas palabras y hechos concretos es lo que se necesita saber y luego recordar porque la historia enseña. Para que haya acuerdo ambas partes deben desearlo y no es lo que declara la dirigencia palestina en todas las oportunidades que tiene, no quiere la paz y amistad con Israel, lo dice en los medios y lo enseña en las escuelas. Sin embargo, Obama, en lugar de presionar a sus líderes para que pacifiquen a su gente, sólo les "aconseja" atenuar su belicosidad y presiona a Israel para que ceda terreno para lograr una paz inexistente. Sólo cuando el mundo entero deje de apoyarlos entrarán en razones y habrá paz, ahora, como antes, Israel sigue resistiendo en soledad para poder sobrevivir. La paz no es un regalo que se recibe a cambio de nada, simplemente porque se la desee, es un largo camino que sólo transitan quienes se comprometen. Mientras que Israel grita paz, el eco les dice "guerra", así ha sido desde siempre y no va a cambiar porque todo el mundo presione a Israel. La paz está en manos de los líderes palestinos y de quienes en vez de ubicarlos en la realidad les dan lana para tejer un sueño imposible, como la destrucción de Israel. Esta síntesis es lo que debería leer Obama para que, si quiere ser exitoso, no repita lo que hicieron sus antecesores con el mismo resultado, quizá él sea capaz de encontrar la verdadera fórmula intentando un camino diferente.

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Divagaciones y Poesia en Destierro

El atardecer tiene fragilidad de espuma entre los dedos

Viene y va el infiel viento, siguiendo la huella de otras primaveras.

¡Como es tu rostro en este crepúsculo dorado?

¿ y tu risa de niña adolescente?

Hace minutos me llamó tu libro desde la mesa, donde todas las noches equilibrio palabras.

Hay palabras y floridos lenguajes entre sus hojas.

Hay lentitud de sueños y pequeñas caravanas de sonrisas, gestos y recuerdos.

Nombres y rostros que con el tiempo perderán persistencia y relieve,

Que dejaran mensaje y poesía como liviana siembra de juventud y belleza.

¿Cómo pondré entre todo ello mi enojosa aspereza?

Donde estará la voz precisa de tu sapiencia y encanto?

¿De donde extraeré el eco necesario para la tarea diaria?

Quisiera detener entre las manos, la arena implacable de las horas y ofrecértela.

¿No sería acaso este mi mejor regalo?

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